Se que mi jefa me tiene echado el ojo desde hace tiempo, pero hasta ahora no había pasado nada entre ninguno de los dos. Una mañana me llamó a su despacho y la noté especialmente cariñosa conmigo. Se ve que ya había aguantado suficiente, ya que me quitó la camiseta y me bajó los pantalones, para comerse mi polla. No paraba de mirarme y finalmente cedí, follándomela por cada rincón de la habitación mientras ella gozaba con los orgasmos que logré provocarle.