Hace poco me pasé por un sexshop y le compré a mi novia rusa un nuevo vibrador. Quise probarlo con ella en la cama y usando una cámara, con la que nos grabamos en ese momento tan morbosa. Ella terminó gimiendo como una zorrita con cada orgasmo y luego, quiso devolverme el favor. Se subió a uno de nuestros muebles y frente a un espejo, me pidió que se la metiese hasta el fondo y no paró de pedirme que le diese caña, hasta acabar ese polvete casero con una corrida en su carita.